La larga espera

La mayoría de nuestra vida nos la pasamos durmiendo. Disfrutando del calor tórrido de un edredón o de una musa que asaltó nuestra cuna con alevosía la noche anterior. Sea cual sea el origen, renacemos después de dos bostezos y muy a nuestro pesar, emprendemos la marcha hacía un nuevo día de oportunidades. Esa nueva esperanza resulta ser un pensamiento fugaz enterrado bien adentro gracias a la rutina de nuestros días. Tomamos un café junto un bostezo más y nos dirigimos al trabajo como cualquier otro día. Nos reímos, besamos y discutimos de un sin fin de temas que nunca van a arreglar nada. Nos sentimos números en una larga lista binaria y perdemos el norte a consecuencia del talento desaprovechado.

La larga espera comienza. Le damos alas a nuestro subconsciente y éste toma forma maternal. Nos habla y nos guía, nos calma y nos dice; Tranquilo, no te agobies, son tiempos dificiles y tú no tienes la culpa. Nos mentimos y nos prometemos nuevas metas que serán efímeras y nuevamente entraremos en el bucle de la desesperación. Sin una meta no importan los quilómetros. Sin unos valores no importa nada. Darle sentido a nuestra vida es algo vital aunque a veces desearía ser ignorante pues no cuestionarse es vivir en una completa mentira que a nuestros ojos, sería la vida perfecta.  

¡Pero no todo está perdido! Cada vez somos más los que mandamos a tomar por culo lo establecido y sutilmente evitamos el eufemismo de "pasar por el aro". Y una polla, no vamos a dejar que nos engañen, Viviremos la vida como siempre nos ha gustado vivirla sin pensar en un futuro ya que el tiempo es sabio y pone las cosas en su lugar. Apreciaremos los pequeños detalles y disfrutaremos del sabor del libre albedrío de la vida. Arrancaremos eslavones del sistema y los llamaremos caminos diferentes hasta volver a sonreír como niños puros que hace tiempo dejamos de ser.

Un pequeño homenaje a Horacio y su carpe diem


G.Z.

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